Persiguiendo lo que se Perdió
- Henley Samuel

- Sep 1
- 3 min read
15 de febrero de 2025

Esta meditación profundiza en 1 Samuel 30, reflexionando sobre la respuesta de David ante la adversidad y descubriendo cómo nosotros, al igual que David, podemos encontrar fortaleza, sanidad y provisión a través de la fe en la Palabra de Dios. Exploraremos los paralelismos espirituales entre la vida de David y la nuestra, aprendiendo a recuperar lo que el enemigo ha robado y a caminar en la plenitud de las promesas de Dios.
Cuando Parece que No Hay Camino, Dios Abre Camino
Imagina la escena: Siclag, el refugio de David, yace en ruinas humeantes. Los amalecitas, un enemigo despiadado, han saqueado la ciudad, llevándose cautivas a las mujeres y los niños, incluidas las dos esposas de David. Las posesiones que habían acumulado, sus medios de vida, su sentido de seguridad, todo se ha perdido. Los hombres de David, abrumados por el dolor y la ira, hablan de apedrearlo. Es un momento de total desesperación, una situación donde la fuerza humana falla. Sin embargo, en esta hora más oscura, David se vuelve hacia la única fuente de fortaleza inquebrantable: Dios.
"Entonces David consultó al Señor: ‘¿Debo perseguir a esa banda de saqueadores? ¿Los alcanzaré?’ Y el Señor le respondió: ‘Sí, persíguelos. Ciertamente recuperarás todo lo que te han quitado.’" (1 Samuel 30:8)
La respuesta de Dios es una afirmación rotunda: "Sí, persíguelos. Ciertamente recuperarás todo."
Persiguiendo lo que se Perdió: Actuando en Fe
La promesa de Dios a David no fue una garantía pasiva. Requirió acción, una búsqueda de lo que fue robado. David, fortalecido por la palabra de Dios, reunió a sus hombres y persiguió incansablemente a los amalecitas. Esta persecución no fue solo una carrera física; fue un acto de fe. Las acciones de David demostraron su confianza en la promesa de Dios. Este principio se aplica también a nuestras vidas. Las bendiciones de Dios a menudo requieren nuestra participación activa. Estamos llamados a ser
"hacedores de la palabra, y no tan solo oidores" (Santiago 1:22).
Así como David persiguió sus posesiones robadas, nosotros debemos perseguir activamente las promesas que Dios nos ha dado. Esto puede implicar dar pasos de fe, asumir riesgos o perseverar ante los desafíos. Pero la seguridad que tenemos es que, cuando alineamos nuestras acciones con la Palabra de Dios, Él nos capacita para lograr lo imposible.
La Voluntad de Dios es Su Palabra
A menudo nos encontramos luchando con la pregunta sobre la voluntad de Dios, especialmente cuando enfrentamos circunstancias difíciles. Podemos preguntarnos por qué la enfermedad, las luchas financieras o los conflictos relacionales afectan nuestras vidas. Incluso podemos atribuir erróneamente estas pruebas a la voluntad de Dios, creyendo que Él de alguna manera nos está castigando o enseñando una lección a través del sufrimiento. Sin embargo, esta perspectiva contradice la naturaleza de Dios revelada en Su Palabra. Dios es un Padre bueno que desea bendecir a Sus hijos. Su voluntad no es que vivamos en enfermedad, pobreza o desesperación. Su voluntad es que experimentemos la vida abundante que prometió a través de Jesucristo.
"La voluntad de Dios es Su Palabra."
Esta poderosa declaración resume la esencia de nuestra relación con Dios. Su voluntad no es un concepto misterioso o esquivo. Está claramente revelada en las páginas de la Escritura. La Biblia es nuestra guía, nuestro mapa para entender los deseos de Dios para nuestras vidas. Cuando nos sumergimos en Su Palabra, descubrimos Sus promesas de sanidad, provisión y paz. Aprendemos que Su voluntad es que prosperemos en todas las áreas de nuestra vida: espíritu, alma y cuerpo.
El Poder de Declarar y Decretar
El encuentro de David con el león y el oso proporciona una poderosa ilustración de la autoridad que tenemos como creyentes. Cuando se enfrentó a estos feroces depredadores que amenazaban su rebaño, David no se acobardó. Los enfrentó con valentía, rescatando al cordero de sus fauces.
" Cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. " (1 Samuel 17:35)
Las acciones de David no fueron impulsadas por la imprudencia, sino por una profunda comprensión de su responsabilidad como pastor. Sabía que el cordero le pertenecía y estaba dispuesto a arriesgar su propia vida para protegerlo. Este mismo principio se aplica a nuestra vida espiritual. Somos hijos de Dios, y Él nos ha confiado preciosas promesas. Cuando el enemigo intenta robar nuestra salud, nuestras finanzas o nuestra paz, tenemos la autoridad para enfrentarlo y reclamar lo que legítimamente nos pertenece. Esta autoridad proviene de nuestra identidad en Cristo. Estamos sentados con Él en lugares celestiales, muy por encima de todo principado y potestad (Efesios 2:6). Se nos ha dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo (Lucas 10:19). Por lo tanto, podemos declarar y decretar con valentía la Palabra de Dios sobre nuestras situaciones, sabiendo que nuestras palabras tienen peso en el ámbito espiritual.
Nada Falta, Nada Perdido, Nada Roto
El compromiso inquebrantable de David de rescatar incluso a un solo cordero perdido revela una profunda verdad sobre el corazón de Dios. Él se preocupa profundamente por cada uno de nosotros, así como un pastor cuida de cada oveja de su rebaño. Como hijos de Dios, somos completos en Él. No estamos definidos por lo que nos falta, lo que hemos perdido o lo que está roto en nuestras vidas. Nuestra identidad está arraigada en Cristo, quien nos ha hecho completos.
Este entendimiento nos capacita para mantenernos firmes en la fe, incluso cuando enfrentamos adversidad. Podemos declarar con confianza que no nos falta nada porque tenemos a Cristo. No perdemos nada porque tenemos Su presencia. No estamos rotos porque Él nos ha hecho nuevas criaturas. Esta declaración no es una negación de nuestras luchas, sino una afirmación de que nuestra identidad en Cristo es la receta para superar los desafíos. Es un reconocimiento de que nuestro verdadero valor y plenitud se encuentran solo en Él.
Conclusión
Como David, podemos enfrentar los desafíos de la vida con fe inquebrantable, sabiendo que Dios está con nosotros. Al fortalecernos en el Señor, actuar conforme a Su Palabra y declarar Sus promesas, podemos recuperar lo que el enemigo ha robado y caminar en la plenitud de las bendiciones de Dios.
Reflexiona:
¿Cómo puedes perseguir activamente las promesas de Dios en tu vida hoy? Considera áreas específicas donde necesitas dar pasos de fe y tomar acción. ¿Qué pasos prácticos puedes dar para alinear tus acciones con la Palabra de Dios?
¿Qué área de tu vida necesita ser restaurada y cómo puedes aplicar el ejemplo de David para recuperarla? ¿Es tu salud, tus finanzas, tus relaciones o tu bienestar emocional? Reflexiona sobre cómo la persecución de David a los amalecitas puede inspirarte a buscar restauración en tu propia vida.
Oración:
Padre Dios, te doy gracias porque Tu misericordia es para siempre. Declaro que soy sano, completo y pleno en Ti. No me falta nada, nada está perdido y no estoy roto. Reclamo cada promesa que me has dado, caminando en la plenitud de Tus bendiciones. En el nombre de Jesús, Amén.
Puntos Clave:
La fortaleza proviene del Señor, especialmente en tiempos de adversidad. Recuerda acudir a Él como tu fuente de fuerza cuando enfrentes desafíos.
La voluntad de Dios se revela en Su Palabra. Estudia las Escrituras para entender Sus deseos para tu vida.
Actuar en fe es esencial para recibir las promesas de Dios. No seas solo oidor de la Palabra, sino hacedor también.
Tenemos autoridad para reprender los ataques del enemigo. Declara y decreta con valentía la Palabra de Dios sobre tus situaciones.
Como hijos de Dios, somos completos en Él, sin que nos falte nada. Descansa en tu identidad en Cristo y reconoce que eres pleno.
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