Asociación Divina
- Henley Samuel

- Oct 31
- 3 min read
Octubre 31, 2025

Hoy, exploremos cómo nos asociamos con Dios en cada batalla espiritual que enfrentamos. Como creyentes, no estamos destinados a luchar solos, sino a reconocer que, aunque la batalla le pertenece al Señor, estamos llamados a participar en Su victoria.
El Espíritu que Mora en Nosotros
En el Antiguo Testamento, el Espíritu del Señor venía y se iba sobre las personas para propósitos específicos. Vemos esto en 2 Crónicas donde
“el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel.” - 2 Crónicas 20:14
Pero en el Nuevo Pacto, sucede algo extraordinario: el Espíritu de Dios mora permanentemente en los creyentes.
“Pero vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.” - Romanos 8:9
Esta presencia que mora en nosotros no es solo un concepto teológico, sino una realidad transformadora. Cuando aceptaste a Jesús como tu Salvador, recibiste el Espíritu de Dios. Coloca tu mano sobre tu cabeza y reconoce esta verdad: el Espíritu de Dios vive en ti.
El Poder Dentro de Ti
El Espíritu que mora en ti lleva un poder extraordinario:
“Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” - Romanos 8:11
El mismo poder que venció a la muerte ahora reside dentro de ti. No es un poder distante, sino una presencia íntima que da vida a cada parte de tu ser. Llevas el poder de resurrección de Cristo dondequiera que vayas.
La Batalla No es Tuya
Cuando enfrentes desafíos, recuerda la poderosa declaración de 2 Crónicas:
“Escuchad, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat: Así os dice el SEÑOR: No temáis ni os amedrentéis delante de esta gran multitud, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.” - 2 Crónicas 20:15
Esta promesa trae un consuelo tremendo. No necesitas enfrentar tus ansiedades, depresión o enfermedad solo. La batalla le pertenece al Señor. Sin embargo, esto no significa que permanezcamos pasivos.
Llamados a la Acción
El pasaje continúa con una instrucción clara:
“Mañana descenderéis contra ellos. He aquí, ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis al extremo del valle, frente al desierto de Jeruel.” - 2 Crónicas 20:16
Observa que Dios no dice: “Quédense en casa mientras Yo peleo por ustedes.” En cambio, Él dice: “Descended contra ellos.” Aunque la batalla le pertenece a Dios, estamos llamados a participar. Debemos enfrentar nuestras situaciones con confianza, sabiendo que Dios pelea a nuestro lado.
Colaboradores de Dios
Esta asociación con Dios no es exclusiva de la guerra. En todo lo que hacemos como creyentes, trabajamos juntamente con Dios:
“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Porque nosotros somos colaboradores de Dios. Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.” - 1 Corintios 3:6-9
Somos colaboradores con Dios, parte de Su equipo. Así como Isaac tuvo que sembrar en tiempos de hambre para recibir la bendición de Dios, nosotros debemos actuar confiando en que Dios dará el resultado.
Señales que Siguen a los Creyentes
Jesús prometió señales específicas que acompañarían a los que creen:
“Y estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” - Marcos 16:17-18
Estas no son simples curiosidades históricas, sino realidades presentes para los creyentes. Cuando impones las manos sobre los enfermos, no actúas solo, sino en asociación con el poder sanador de Dios. Tus manos se convierten en instrumentos de sanidad divina porque llevas la presencia de Dios.
Resistiendo la Oposición
Como socio de Dios, estás llamado a ponerte firme contra todo lo que se oponga a Su propósito en tu vida:
“Resistid al diablo, y huirá de vosotros.” - Santiago 4:7
Esto no es una sugerencia, sino un mandato. Debes resistir activamente la enfermedad, la depresión, la falta de perdón y la quebranto. No en tus propias fuerzas, sino sabiendo que estás colaborando con Dios. La mente es el campo de batalla donde comienza la victoria.
Conclusión
Hoy, abraza tu identidad como socio de Dios. La batalla le pertenece a Él, pero te ha invitado a participar en la victoria. Toma tu lugar a Su lado, sabiendo que “no necesitas pasar por este dolor solo.”
Reflexiona sobre Esto
¿En qué áreas de tu vida necesitas resistir activamente al enemigo mientras confías en que Dios pelea por ti?
¿Cómo cambiaría tu enfoque hacia la sanidad y la liberación si realmente creyeras que llevas al mismo Espíritu que levantó a Jesús de los muertos?
Oración
Padre Celestial, te doy gracias por Tu Palabra. Reconozco que Tú cuidas de mí y que yo te pertenezco. Gracias por hacerme tu colaborador y por encargarte de todas mis batallas. Reconozco que, aunque la batalla es tuya, me has llamado a ponerme firme contra los problemas que enfrento. Al imponer mis manos sobre los enfermos, que sean sanados. Que el mundo vea que soy colaborador del Dios viviente. Declaro sanidad, bondad, misericordia y favor sobre mi vida, y reprendo toda depresión, ansiedad y preocupación. Que todos vean Tu libertad y Tu gloria manifestadas en sus vidas. En el nombre de Jesús, Amén.
Puntos Clave
El Espíritu de Dios mora permanentemente en cada creyente, a diferencia del Antiguo Testamento.
Llevamos el mismo poder que levantó a Jesús de los muertos.
Aunque la batalla le pertenece a Dios, estamos llamados a participar activamente.
Somos colaboradores de Dios, asociándonos con Él en Su obra del reino.
Nuestras manos pueden convertirse en instrumentos de sanidad cuando las imponemos sobre los enfermos.
Debemos resistir activamente al enemigo, sabiendo que Dios pelea con nosotros.
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