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Abrazando el Reino Eterno de Dios

  • Writer: Henley Samuel
    Henley Samuel
  • Sep 1
  • 3 min read

20 de marzo de 2025 

Golden throne in an ornate hall, bathed in warm sunlight. Tall columns surround, with a serene and majestic atmosphere.
A través de la fe en Jesús, nos convertimos en parte del reino eterno de Dios, recibiendo perdón, sanidad y vida eterna. 

Alégrate en el Señor, ¡pues Él ha hecho este día! Emprendamos un viaje a través de las Escrituras, descubriendo la profunda verdad del amor perdurable de Dios y Su promesa de un reino eterno, establecido por medio de Su Hijo, Jesucristo. Esta meditación explorará la intrincada conexión entre 2 Samuel 7 y Romanos 1, revelando cómo las antiguas promesas de Dios encuentran su cumplimiento final y glorioso en Cristo. 


El Pacto de Dios con David: Una Promesa de un Reino Eterno 

El rey David, habiendo hallado paz y estabilidad en su reinado, deseaba un lugar digno para el Arca del Pacto. Esta Arca, símbolo de la presencia de Dios entre Su pueblo, residía en una simple tienda. El corazón de David, rebosante de gratitud y reverencia, anhelaba un santuario más permanente y honorable para la presencia divina. 

“Le dijo a Natán el profeta: ‘Aquí estoy, viviendo en una casa de cedro, mientras el arca de Dios permanece en una tienda.’” (2 Samuel 7:2) 

Las intenciones de David eran nobles, impulsadas por el deseo de honrar a Dios. Sin embargo, la respuesta de Dios a su deseo reveló un plan mucho más grandioso de lo que David jamás pudo imaginar. No se trataba de un edificio físico; se trataba de un linaje eterno, un reino espiritual que trascendería el tiempo y el espacio. 

“Ve y dile a mi siervo David: ‘Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a edificar una casa para que yo habite en ella? No he habitado en una casa desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta hoy. He estado moviéndome de un lugar a otro con una tienda como mi morada.’” (2 Samuel 7:5-6) 

Dios le recordó a David que nunca había requerido una morada fija. Su presencia siempre había estado con Su pueblo, moviéndose con ellos en sus jornadas, guiándolos y protegiéndolos. Esto enfatiza la inmanencia de Dios y Su cuidado constante por Su pueblo escogido. Luego, Dios revela Su extraordinaria promesa a David: 

“Te saqué del pastizal, de andar tras las ovejas, para que fueras príncipe sobre mi pueblo Israel. He estado contigo por dondequiera que has ido, y he eliminado a todos tus enemigos de delante de ti. Ahora haré grande tu nombre, como el nombre de los grandes de la tierra.” (2 Samuel 7:8-9) 

Dios, quien estuvo con David en cada prueba y triunfo, desde sus humildes comienzos como pastor hasta su poderosa posición como rey, ahora promete engrandecer aún más su nombre. Esta promesa significa no solo fama terrenal, sino un legado duradero entrelazado con el plan divino de Dios. La promesa continúa, extendiéndose más allá de la vida de David: 

“Cuando tus días se cumplan y reposes con tus padres, levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará una casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.” (2 Samuel 7:12-13) 

Este es el núcleo del pacto. Dios promete una dinastía eterna a través del linaje de David, un reino que nunca tendrá fin. Esta promesa anticipa la venida del Mesías, el Rey supremo que establecería el reinado de Dios para siempre. 


Jesús: El Cumplimiento de la Promesa de Dios 

Siglos después de que Dios hiciera este pacto con David, el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, conecta esta antigua promesa con Jesús en el primer capítulo de su carta a los Romanos. 

“Acerca de su Hijo, que según la carne era descendiente de David, y que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos: Jesucristo nuestro Señor.” (Romanos 1:3-4) 

Pablo identifica explícitamente a Jesús como el descendiente prometido de David, aquel por medio de quien se establecería el reino eterno de Dios. El linaje de Jesús, que se remonta a David, cumple el aspecto terrenal de la profecía. Sin embargo, el verdadero poder y autoridad del reinado de Jesús se revelan a través de Su resurrección. Este acto divino declara a Jesús como el Hijo de Dios, investido de toda autoridad y poder. Por medio de Su resurrección, la muerte es derrotada y el reino eterno es inaugurado. Este es el culmen del plan de Dios, el cumplimiento del pacto davídico. 


Nuestro Lugar en el Reino Eterno de Dios 

Por la fe en Jesucristo, el Mesías prometido y descendiente de David, somos injertados en este reino eterno. Pasamos del dominio de las tinieblas a la gloriosa luz del reinado de Dios. Este reino no es un dominio terrenal, sino una realidad espiritual, un ámbito donde Jesús reina supremamente. En este reino no hay enfermedad, ni sufrimiento, ni pobreza, ni pecado. Es un reino de perfecta paz, sanidad completa y vida abundante. 

Así como Dios elevó a David de una vida humilde de pastor a la poderosa posición de rey, Él nos eleva de nuestras limitaciones terrenales y nos coloca en una posición de propósito y destino dentro de Su reino eterno. Somos llamados a ser embajadores de este reino, reflejando su luz y amor al mundo. 


Conclusión 

Abraza la verdad inquebrantable de las promesas de Dios. Eres un miembro preciado de un reino eterno, establecido por el sacrificio y la resurrección de Jesucristo. Camina con confianza, sabiendo que Su amor y poder te rodean siempre, guiándote hacia un propósito mayor y un destino eterno. 


Reflexiona sobre esto 

  • ¿Cómo impacta la promesa de un reino eterno tu perspectiva sobre los desafíos y las incertidumbres de la vida? 

  • ¿Cómo puedes vivir activamente como ciudadano del reino de Dios en tu vida diaria? 

 

Oración 

Padre, te doy gracias por tu reino eterno, establecido por el sacrificio y la resurrección de Jesucristo. Declaro que soy ciudadano de este reino y camino en la plenitud de tus bendiciones. Soy sanado, liberado y empoderado por tu Espíritu Santo. Vivo con propósito y destino, sabiendo que tu amor inquebrantable y tu poder sin límites me rodean siempre. En el nombre de Jesús, Amén. 


Puntos Clave 

  • Dios hizo un pacto con David, prometiendo un reino eterno a través de su descendencia. 

  • Jesús, descendiente directo de David, es el cumplimiento de esta promesa, estableciendo el reino eterno mediante Su resurrección. 

  • Por la fe en Jesús, nos convertimos en parte del reino eterno de Dios, recibiendo perdón, sanidad y vida eterna. 

  • Este reino es una realidad espiritual, un ámbito de paz, sanidad y vida abundante, libre de las limitaciones del pecado y la muerte. 

  • Estamos llamados a vivir como embajadores de este reino, reflejando su luz y amor al mundo y cumpliendo nuestro propósito dado por Dios. 


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